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Magia en la Biblioteca
Él en «823 T649h.E«,
ella «823 R883h.E«.
Ojeaban en busca de un poco de magia.
Un cruce de miradas,
sabían lo que necesitaban.
Oda al Bibliotecario
Con sus larguísimos brazos de pulpo diligente
el bibliotecario riega girasoles,
enciende milenarias linternas,
reparte esperanza como pan dulce,
despierta estatuas de su sueño de oso.
Impopular, olvidado por el médico,
despreciado por el gerente,
de sus manos cultas cuelgan teoremas,
entre sus dedos hay diamantes,
esmeraldas, herramientas,
sinfonías, gritos, ideas,
fórmulas y explosiones,
temblores de tierra que hacen retractarse a los obispos,
revoluciones que siembran el temor
en las camas de los dictadores,
que hacen más anchos los caminos de la paz.
En el silencio conventual en que habita
ha probado gustosamente
las mieles tiernas de Neruda
y ha visto brillar los cabellos dorados del Pelida.
En las mañanas desayuna con Platón,
en las tardes cena con Dalí
y luego se va a su casa
enteramente complacido
de haber hecho el bien.
De tantos secretos, tornillos y poleas
que hacen girar al mundo,
de tantos cofres que guardan
el conocimiento de la vida misma,
el tímido bibliotecario es dueño de todas las llaves.
Juan Carlos Rueda Santiago
jurueda@suagm.edu
Veo
Veo el mundo más vivazmente
porque atesoro los días para ti.
Curiosidades, maravillas,
algo bello, algo extraño.
Para ti los recojo,
y para que, al compartirlos,
parezcan nuevos.
Querida mía.
Querida, querida mía.
Tan sólo unas letras apresuradas para decirte
que hoy te amo más que nunca te habia amado,
que no veo belleza alguna sin pensar en ti,
ni percibo la felicidad sin acordarme de ti.
Has colmado toda mi ambición,
hecho realidad todas mis esperanzas y
tornado ciertos todos mis sueños.
Homo Politicus
Y dicen uno al otro y al unísono:
Sembraremos las parábolas del yo
en las tierras íntimas del tú
para que florezca un nosotros.